La proximidad de la montaña al mar obliga a los ríos cantábricos a salvar desniveles importantes en muy pocos kilómetros. Como consecuencia de ello, sus cursos son rápidos, y sus caudales conocen una fuerte irregularidad, que está asociada a la continua sucesión de tipos de tiempo característica de la montaña oceánica.

Estas circunstancias convierten a los ríos en eficaces agentes de modelado. En sus tramos altos, allí donde los desniveles son mayores, predominan las acciones erosivas y los ríos tienden a encajarse dando lugar a valles en “V”. Sin embargo, en los tramos bajos, la pendiente disminuye, los ríos pierden capacidad de transporte y la acumulación se convierte en el proceso más significativo.

El valle de Cabezón se encuentra cerca del mar y, por tanto, de la desembocadura del Saja, al tiempo que coincide con el afloramiento de un diapiro en el que predominan rocas muy fáciles de erosionar.

Durante las fases frías del Cuaternario el nivel del mar descendió un centenar de metros. En estas circunstancias, la fácil erosionabilidad de las rocas permitió al Saja excavar un amplio valle, cuyo fondo se situaba varias decenas de metros por debajo del nivel actual del lecho.

Sin embargo, al aumentar las temperaturas y subir el nivel marino, la pendiente del cauce disminuyó, el río perdió capacidad de transporte y el valle anterior fue rellenándose con los acarreos de las crecidas. Eso explica el contraste existente entre las laderas del valle, resultado de la erosión y relativamente inclinadas, y el fondo del mismo, consecuencia de un relleno producido por el río y, por tanto, plano (figura 1).

Como a lo largo del Cuaternario las fases frías y cálidas han ido alternándose sin interrupción, las etapas erosivas o sedimentarias se han repetido generando todo un sistema de terrazas (figura 2).

El valle posee excelentes suelos, está rodeado de montes que han proporcionado madera y pastos, y ha disfrutado de una gran prosperidad gracias a sus minas de sal. Sin embargo, el corredor fluvial está expuesto a devastadoras inundaciones. Cada avenida aporta importantes volúmenes de sedimentos que, aún hoy, van rellenando el valle poco a poco, y produciendo frecuentes cambios en el trazado del lecho (veáse el aspecto del mismo en la fotografía aérea de 1956). Por esta razón, los asentamientos tradicionales han tenido que alejarse del río situándose sobre las terrazas más altas (figura 2), dejando el fondo del valle reservado a los usos agrarios.

Sin embargo, Cabezón se sitúa en un corredor industrial y de comunicaciones de gran dinamismo en el que las superficies planas son sumamente escasas. Este hecho, junto a la falsa sensación de seguridad producida por algunas actuaciones realizadas sobre el río, está induciendo una progresiva ocupación de los espacios inundables, causando una situación de peligro para las personas y actividades que se van instalando en estos lugares (fotografía aérea del 2002).

 

Autor: Juan Carlos García Codrón. Universidad de Cantabria