Desde el punto de vista  geológico, este sector de la isla de Mallorca constituyó una cuenca que facilitó la acumulación de una secuencia de calizas arrecifales, calcarenitas y otros depósitos de plataforma carbonatada a lo largo del Tortoniense-Messiniense (final del Mioceno). Dada su cronología postalpina, la estratificación conserva una disposición horizontal, que explica el carácter tabular del relieve actual (figura 1).

La existencia, a lo largo de gran parte del Plioceno y del Cuaternario, de un clima mucho más lluvioso que el actual permitió la aparición de una red de drenaje superficial sobre esta plataforma. Sus cauces tendieron rápidamente al encajamiento aprovechando las principales líneas de fracturación de los estratos calizos. Sin embargo, esta evolución quedó abortada por efecto de la carstificación y, posteriormente, de una fuerte disminución de las precipitaciones.

En la actualidad, el drenaje es casi exclusivamente cárstico y la escorrentía superficial no adquiere relevancia, allí donde existe, más que durante los episodios de precipitaciones excepcionales. La Marina de Llucmajor presenta hoy, por esas razones, un relieve con una fuerte componente estructural y un modelado fluviotorrencial y cárstico, en gran medida, heredado.

Al producirse la transgresión holocena, el nivel del mar ha ascendido rápidamente sumergiendo una superficie considerable y anegando muchas de las formas preexistentes. De este modo, amplias cavidades se encuentran hoy bajo el mar, mientras que los tramos inferiores de los cauces, o algunas depresiones cársticas, han sido invadidas por el agua originando las calas (figura 2).

Al mismo tiempo, la acción erosiva del mar ha sido la causante de un progresivo retroceso de la línea de costa y del predominio de los acantilados (figura 1). Sin embargo, la altura de éstos está condicionada por el vigor del relieve interior y, en el área de Cala Pi, es siempre moderada.

Las condiciones locales no son favorables al desarrollo de los suelos y la fuerte aridez estival, agravada por la exposición al viento y a la salinidad, limitan las posibilidades de la vegetación. Sobre la plataforma caliza predomina el pinar (Pinus halepensis, en su variedad endémica, ceciliae), y una maquia de acebuche (Olea silvestris), con mata (Pistacia lentiscus), y numerosas jaras y labiadas (fotos 1 y aérea). En los acantilados y fondo de las calas esta vegetación da paso a otra a base de plantas adaptadas a los hábitats rocosos y a la salinidad, con presencia de varios endemismos y rarezas botánicas (figura 2).

Cala Pi ofrece un fondeadero natural que desempeñó un importante papel histórico, pero que resulta peligroso en caso de temporal y excesivamente pequeño para las necesidades actuales (tal vez como consecuencia de un progresivo relleno y pérdida de calado). Sin embargo, forma parte de un entorno aceptablemente conservado de gran interés paisajístico y recreativo, por lo que soporta una frecuentación importante. Por otra parte, tiene una notable riqueza faunística y, en particular ornitológica, que ha justificado su conversión en un Espacio Natural Protegido.

 

Autor: Juan Carlos García Codrón. Universidad de Cantabria