El elemento más destacado de este paisaje es el relieve que, por su vigor, determina absolutamente los rasgos de la hidrografía, del manto vegetal y de los aprovechamientos humanos tradicionales.

La energía del relieve en este sector de la Cantábrica se debe tanto a factores morfoestructurales (entre los que hay que destacar el apilamiento "en fichas de dominó" de una sucesión de escamas de caliza carbonífera), como al intenso modelado reciente que han sufrido estos materiales. A este respecto, el entorno de los lagos de Covadonga permite observar la superposición de

  • formas glaciares: pulimento de la superficie caliza, valle en “U”, morrenas laterales y lago (figura 1)

  • formas periglaciares: agujas, acumulaciones de derrubios (figura 1)

  • formas cársticas: depresiones cerradas, lapiaz (figura 1 y 2)

  • formas de origen humano, asociadas principalmente a la minería (no representadas en las imágenes)

La proximidad del mar Cantábrico, que se encuentra a poco más de 20 km en línea recta, favorece la llegada constante de masas de aire húmedo que, obligadas a ascender bruscamente, descargan abundantes precipitaciones y dan lugar a frecuentes nieblas. Por otra parte, la altitud refresca el ambiente y permite la presencia de nieve hasta el principio del verano. Todo ello contribuye a generar un ambiente muy húmedo que explica la presencia de extensos hayedos (figura 1) o, allí donde el karst no es capaz de absorber eficazmente el agua, de lagos o humedales. No obstante, en los lugares en los que la roca aparece desnuda, el agua escurre o se infiltra muy deprisa y la vegetación no es capaz de instalarse.

Sin embargo, a pesar de constituir un entorno muy duro, los Picos de Europa han sido frecuentados desde la prehistoria y la vegetación original ha sido muy alterada por las actividades humanas, en particular, por la ganadería y la minería.

La ganadería, principalmente vacuna de razas autóctonas muy adaptadas al ambiente de montaña (figura 1), se beneficia de los excelentes pastos picoeuropeanos. Éstos, en su mayor parte, se han obtenido a costa del bosque caducifolio y requieren un mantenimiento al que contribuye la propia presencia del ganado. En cuanto una extensión de prados deja de utilizarse, tiende a ser ocupada por un matorral leñoso de bajo porte (figura 2).

Por otra parte, las actividades extractivas que se han desarrollado aquí hasta hace algunas décadas han exigido grandes cantidades de madera, que se obtenían en los bosques locales, para entibar las galerías o como simple combustible.

Con todo, la riqueza natural de la montaña cantábrica debe mucho a este complejo mosaico de ambientes y la desaparición de ciertas actividades humanas supondría un rápido empobrecimiento.

 

Autor: Juan Carlos García Codrón. Universidad de Cantabria