El Istmo de Jandía se localiza en el sur de la isla de Fuerteventura (Archipiélago Canario) y constituye, junto con  Corralejo –también en esta isla- y  Maspalomas (en Gran Canaria), uno de los principales ecosistemas dunares de Canarias. La formación volcánica de Fuerteventura originó materiales y morfologías particulares que, combinadas con los procesos marinos y eólicos, han dado lugar a un singular paisaje litoral. Actualmente, se encuentra protegido por la legislación canaria, constituyendo uno de los sectores del Parque Natural de Jandía.

A pesar de las alteraciones inducidas por la actividad humana, incrementada de forma exponencial por el turismo en las últimas décadas, la organización de este paisaje todavía conserva un marcado carácter natural. La zona presenta unas condiciones climáticas de desierto cálido: la temperatura media anual es de 20º C, las precipitaciones muy escasas (apenas 100 mm anuales) e irregulares, la insolación elevada y los vientos, predominantemente del noreste, intensos y muy frecuentes. La población fue muy escasa hasta prácticamente la década de 1970, pues no abundaban los recursos valorados por una sociedad agraria tradicional. Los usos se limitaban sobre todo a la pesca, el pastoreo extensivo, y a las extracciones de cal y arena. La situación ha cambiado hoy radicalmente, tras el importante desarrollo turístico que ha experimentado el municipio de Pájara, al que pertenece esta zona.

Este istmo, también denominado El Jable (término utilizado en Canarias como sinónimo de arena), sirve de nexo de unión entre el resto de la isla y la Península de Jandía. Constituye una franja de unos 54 km² que, en su parte más estrecha, posee una anchura comprendida entre 4 y 5 km. El relieve es poco accidentado, con formas alomadas y algunos barrancos levemente incididos, siendo la altitud máxima de tan sólo 322 m. El sustrato de rocas volcánicas se encuentra, en la mayor parte de la superficie, cubierto por arenas, aunque en algunos sectores aparecen llanuras pedregosas y, ocasionalmente, afloramientos rocosos.

La principal fuente de alimentación de los sedimentos procede de una formación dunar fósil, de edad Pliocena, cuya potencia oscila entre pocos metros hasta 100 m, allí donde se registran las mayores acumulaciones. En la actualidad, estos depósitos de arenas fundamentalmente biogénicas están removilizadas por el viento, dando lugar a una amplia tipología de depósitos eólicos. Sobre estos materiales eólicos, donde los suelos están escasamente desarrollados, se localiza un matorral abierto compuesto esencialmente por especies psamófilas, que ha sido alterado por el pastoreo extensivo de ganado caprino aún practicado en la zona (figura 1). Los arenales del interior representan un hábitat óptimo para un conjunto de aves esteparias, entre las que destaca la hubara canaria (Chlamydotis  undulata fuertaventurae).

Por su parte, la costa presenta una clara disimetría: la de barlovento (figura 2) tiene acantilados activos labrados sobre una formación dunar fósil y está sometida a intenso oleaje, mientras que en la de sotavento los acantilados ya no son funcionales, y se localizan las denominadas “Playas de Sotavento”. Se trata de una extensa playa, de unos 15 km de largo, y una anchura próxima a los 700 m en las zonas más amplias. Durante la mayor parte del año, y especialmente en verano, los sedimentos circulan impulsados por el viento a través del istmo hasta la costa de sotavento. Sin embargo, el flujo eólico se ve interrumpido actualmente por urbanizaciones turísticas (figura 3), carreteras y extracciones, por lo que se ha alterado la alimentación natural de las Playas de Sotavento que, en las últimas décadas, están experimentando una considerable erosión.

En este sector de sotavento destaca también la presencia de una barrera arenosa, de aproximadamente 3 km de longitud y separada unos 400 m del paleoacantilado. Esta flecha arenosa presenta distintas aperturas o bocanas, a través de las que fluye el agua marina en función de la marea. Ello ha permitido que, entre la barra y el paleoacantilado, se forme un “lagoon” costero (figura 4); éste permanece completamente cubierto durante la pleamar, pero queda expuesto durante las bajamares vivas. Estas oscilaciones han creado unas condiciones ecológicas muy especiales, formándose un hábitat halófilo integrado por especies adaptadas a vivir en ambientes muy salinos: el Saladar de Jandía (figura 5), que hoy se encuentra amenazado por las transformaciones turísticas de la zona.

 

Autores: Emma Pérez-Chacón Espino. Ignacio Alonso Bilbao.

Universidad de Las Palmas de Gran Canaria