Muchos de los paisajes naturales que observamos son el resultado de largos periodos temporales. Sin embargo, algunos procesos volcánicos nos dan la oportunidad de asistir, en tiempo histórico, al nacimiento de un paisaje natural donde la roca, los productos y estructuras volcánicos constituyen los elementos esenciales de su organización. Así ocurre con el ejemplo de los volcanes de Teneguía, que se sitúan en el extremo sur de la isla de La Palma (Archipiélago Canario), en el municipio de Fuencaliente, y están protegidos por la legislación canaria con la categoría de “Monumento Natural”.

La isla de La Palma, al igual que las restantes del Archipiélago Canario, tiene un origen volcánico. Pero presenta la peculiaridad de contar con la última erupción de Canarias y, a su vez, de toda España. La parte emergida del edificio insular tiene una extensión de 708 km², y una historia geológica con edades pliocenas comprendidas entre los 3 y 4 millones de años de sus materiales más antiguos, formados en la fase de crecimiento insular submarino (Complejo Basal), y la actualidad.

La mitad norte de la isla se corresponde con la parte subaérea más antigua, formada durante el Pleistoceno Inferior y Medio; mientras que hacia el sur se ha concentrado la actividad volcánica más reciente, dando lugar a la Dorsal de Cumbre Vieja (Figura 1). Esta dorsal presenta una dirección N-S y, sobre una superficie de apenas 12 km, se eleva hasta una altitud próxima a los 2000 m, dando lugar a vertientes con pendientes muy elevadas. Las dorsales volcánicas son estructuras formadas a partir de una secuencia amplia de erupciones concentradas en torno a una alineación de fisuras: desde ella se derraman, por ambos flancos, lavas y piroclastos de sucesivas erupciones y, a modo de un tejado a dos aguas, se va elevando la dorsal.

Es precisamente en el extremo meridional de la Dorsal de Cumbre Vieja, una de las regiones volcánicas más activas de Canarias, donde se localiza el conjunto denominado Volcanes de Teneguía. Su formación ha tenido lugar en el transcurso de dos erupciones históricas: la del Volcán de San Antonio (Figura 2), de 1677, y la del Teneguía (Figura 3), que ocurrió en el otoño de 1971. En ambas erupciones, de tipo estromboliano, predominan rocas básicas (basaltos y basanitas), y la emisión de cenizas, piroclastos, escorias, bombas y lavas, acompañadas de una intensa actividad fumaroliana. Las morfologías de las coladas son tanto de tipo “aa” (Figura 4) –cuando las superficies son rugosas y escoriáceas- como “paho-hoe”, cuando lo son lisas. A su vez, los mecanismos eruptivos dieron lugar a la formación de conos de cínder y campos de piroclastos.

La erupción del volcán de San Antonio comenzó en noviembre 1677, prolongándose hasta junio del año siguiente. A través de unos 18 puntos de emisión fueron emitidos sus materiales  -lavas y piroclastos- que tapizaron el relieve preexistente y, al llegar al mar, hicieron retroceder la línea de costa unos 5 km, formando una plataforma lávica que, en Canarias, se denomina “isla baja” (Figura 5). Entre los centros de emisión formados durante la erupción, es el volcán de San Antonio el que adquirió mayor desarrollo. La cima de este edificio circular, con un cráter bien definido, alcanza los 632 m de altitud. Se localiza al sur del núcleo la población de Los Canarios-Fuencaliente, cuyos habitantes están muy familiarizados con los fenómenos volcánicos, cuestión de la que el topónimo del municipio es un buen ejemplo.  

La erupción del Teneguía se inició el 27 de octubre de 1971 y se prolongó durante unos 25 días. En el comienzo, la apertura de una fisura eruptiva dio lugar a dos centros de emisión alineados. Pero en el transcurso de la erupción llegaron a formarse hasta 6 bocas eruptivas por las que se emitían gases, lavas y materiales piroclásticos, así como numerosas fisuras con actividad fumaroliana. Varios de estos centros de emisión desaparecieron sepultados por la actividad posterior, pero el cono que hoy se denomina Teneguía concentró mayor actividad y consiguió elevarse hasta los 427 m de altitud. Al igual que sucediera con la erupción de San Antonio, los materiales discurrieron tapizando la topografía previa y llegaron hasta el mar, ampliando también una parte del litoral.

La colonización vegetal sobre estos jóvenes materiales es todavía incipiente, siendo los líquenes unos de los pioneros en ocupar las rocas. No obstante, en algunos sectores donde predominan los piroclastos (Figura 4), o aflora el sustrato preexistente, aparecen matorrales dispersos de salados (Schizogyne sericea) y  vinagreras (Rumex lunaria). Aunque no se trata de una zona densamente poblada, si existe una actividad agrícola significativa en algunos sectores, como los cultivos de plataneras en la isla baja, sobre los terrenos ganados al mar por la lava, o las viñas en las vertientes orientales, de las que se extrae un vino malvasía de excelente calidad. En la costa, y cerca del faro que indica el extremo sur de la isla, se localizan las Salinas de Fuencaliente (Figura 6), que a su interés patrimonial añade su catalogación como sitio de interés científico por la avifauna limícola que a ellas se asocia.

 

Autora: Emma Pérez-Chacón Espino. Universidad de Las Palmas de Gran Canaria