La Península Ibérica, cuyos rasgos básicos pueden extenderse a los territorios insulares y africanos, se sitúa en un extremo, tanto del Continente Eurasiático como del Mar Mediterráneo, constituyendo el límite del área de distribución de numerosas especies o caracteres geográficos ligados a ambas regiones. Sin embargo, las fronteras entre los continentes y mares son particularmente permeables en esta zona del mundo, por lo que el territorio español ha constituido también a lo largo del tiempo un puente o nexo de unión entre áreas muy contrastadas: contacto entre placas tectónicas, entre los macizos antiguos del Norte de Europa y las montañas alpinas mediterráneas, entre los climas de las latitudes medias y los de influencia tropical, entre el Atlántico y el Mediterráneo, Europa por un lado, África por otro...

Desde la perspectiva humana el escenario es similar. El territorio español ha sido alternativamente frontera o zona de paso y mestizaje de influencias procedentes de ambos continentes, o llegadas a través de sendos mares. Eso explica que su geografía humana, reflejo de una rica historia y de una gran diversidad cultural, no sea menos variada y permita la coexistencia de formas muy dispares de entender las relaciones con el entorno. Así, la traducción paisajística de la variedad natural española se enriquece aún más mediante esos factores culturales, convirtiendo al territorio peninsular en un gran mosaico que representa su posición de ecotono físico a la vez que cultural entre continentes, mares, medios naturales y contextos humanos diferenciados.

Es evidente que en una región tan densa y antiguamente poblada como la nuestra las huellas de la actividad humana son generalizadas, y que no existen entornos estrictamente intactos. Sin embargo, España es uno de los estados de la Unión Europea en los que existen mayores, y más numerosas, superficies en estado “natural” o “seminatural”. Ello, unido a la gran variedad de ambientes existentes (correspondientes a 4 de las 6 regiones biogeográficas europeas), permite la existencia en su territorio de 141 de los 264 hábitats descritos en la Directiva de Hábitats, o de la mitad de los endemismos del continente. Estas circunstancias, confrontadas a la relativa pobreza y alto grado de transformación de la mayor parte de Europa, convierten a nuestro país en una de las grandes “reservas naturales” del continente, y en una de sus áreas más importantes en relación con las prioridades de conservación.

La selección de paisajes que se propone intenta representar las diferencias existentes entre el litoral, el relieve, las áreas de montaña y los entornos fluviales de las distintas regiones españolas, agrupadas en tres grandes áreas: Fachada Atlántica Septentrional (la “España Verde”), Entornos Mediterráneos (“España Parda”) y Archipiélago Canario.

El litoral atlántico está representado por las Islas Cíes, pequeño archipiélago granítico localizado frente a la Ría de Vigo. Su morfología es disimétrica, acantilada en su vertiente oceánica pero con sectores de costa baja y amplios arenales en la continental. Muy expuestas al viento y al oleaje de los temporales, resultan poco aptas para las actividades humanas, lo que ha facilitado la conservación de numerosa flora y fauna de interés. En el Mediterráneo abundan las litologías carbonatadas, como las de Cala Pí, en Lluchmajor (Mallorca). Generan costas altas y recortadas tras la sumersión de antiguas morfologías kársticas o fluviales. Sin embargo, la energía del mar es reducida, haciendo de las calas lugares acogedores para animales y plantas y atractivos para las actividades humanas. Por fin el istmo de Jandía, al sur de Fuerteventura, representa uno de los mejores campos dunares canarios y alberga interesantes ecosistemas de medios áridos. Poco frecuentado hasta época reciente, ha soportado históricamente una cierta presión ganadera que ha alterado su vegetación. Sin embargo, pese a la inclusión de parte de su territorio en un Parque Natural, sufre en la actualidad los efectos de una frecuentación turística excesiva que compromete su conservación.

Los ambientes de montaña son lugares de clima extremo, procesos de modelado muy activos y comunidades vivas altamente especializadas. Ello da una fuerte personalidad a sus paisajes y exacerba las diferencias entre las de unas y otras regiones. Los Lagos de Covadonga (Picos de Europa, Asturias) presiden un típico paisaje de alta montaña calcárea de la “España Verde”. Intensamente karstificados y afectados por el glaciarismo cuaternario, los “Picos” presentan un relieve muy abrupto. Pese a la roturación de la mayor parte de sus bosques para crear pastos, y al impacto de la minería, su paisaje integra armoniosamente los diversos elementos artificiales y naturales.

En el área mediterránea las montañas producen un notable incremento de las precipitaciones, y originan frecuentemente enclaves topográficos y bioclimáticos bien diferenciados de sus entornos. Sin embargo, la karstificación de las calizas implica la rápida absorción del agua y acentúa los efectos de la sequía. Ambos aspectos se superponen en la Sierra de Aitana (Alicante), dominada por el bosque esclerófilo, o sus diversas formaciones de sustitución, y marcada por las huellas de unas prácticas agrarias tradicionales perfectamente adaptadas a las limitaciones ambientales.

Amplias áreas meseteñas, o de las cuencas del Ebro y Guadalquivir, presentan relieves suaves modelados en estructuras sedimentarias postalpinas. Cuando los niveles superiores son resistentes, la incisión fluvial y los procesos de ladera dan lugar a relieves tabulares como los que rodean al Valle del Badiel (Guadalajara). Su morfología determina la existencia de cubiertas vegetales, procesos de modelado y aprovechamientos humanos muy diferenciados entre los fondos de los valles, las laderas y las culminaciones planas de los relieves.

Los valles suelen formar corredores favorables a las actividades humanas y a los asentamientos lo que, en general, ha supuesto su temprana transformación. Esto es particularmente evidente en las regiones más áridas, como en el Valle de Andarax (Almería), en las que el control de los recursos hídricos es primordial para la agricultura. El acceso al agua, y la existencia de buenos suelos aluviales formados sobre los depósitos del río, ha permitido la creación de un auténtico oasis lineal que contrasta vivamente con la aridez de los montes circundantes. Sin embargo, las llanuras aluviales deben su origen a los aportes de las crecidas, por lo que el riesgo de inundación resulta consustancial a su propia existencia en todas las regiones. En el cantábrico los fondos de valles, que a veces contienen las únicas superficies llanas existentes, sufren una presión urbanística e industrial muy fuerte origen de numerosos desastres. El Valle de Cabezón de la Sal (Cantabria) ilustra bien este tipo de conflicto.

El relieve canario es original tanto por su origen volcánico como, en relación con ello, por la velocidad de su evolución. Los volcanes de Teneguía (La Palma) son el resultado de dos erupciones acaecidas en 1677 y en 1971 que dieron lugar a los volcanes hoy existentes, recubrieron de lavas el relieve anterior e hicieron avanzar la línea de costa permitiendo a la isla ganar superficie hacia el sur y oeste. Sólo algunas escasas plantas pioneras son capaces de instalarse en esta superficie rocosa, y de introducir una nota de color en un entorno de dominante mineral.

 

PAISAJES NATURALES

Ejemplo

Autores 

Presentación general

Juan Carlos García Codrón. Universidad de Cantabria

Islas Cíes (Galicia)

Juan Carlos García Codrón. Universidad de Cantabria

Lagos de Covadonga (Asturias)

Juan Carlos García Codrón. Universidad de Cantabria

Valle de Cabezón (Cantabria)

Juan Carlos García Codrón. Universidad de Cantabria

Cala Pi (Baleares)

Juan Carlos García Codrón. Universidad de Cantabria

Sierra de Aitana (Comunidad Valenciana)

Ascensión Padilla Blanco y Juan Antonio Marco Molina. Universidad de Alicante

Rambla de Andarax (Andalucía)

Juan Carlos García Codrón. Universidad de Cantabria

Valle del Badiel (Castilla-La Mancha)

Juan Carlos García Codrón. Universidad de Cantabria

Istmo de Jandía (Canarias)

Emma Pérez-Chacón Espino e Ignacio Alonso Bilbao. Universidad de Las Palmas de Gran Canaria

Volcanes de Teneguía (Canarias)

Emma Pérez-Chacón Espino. Universidad de Las Palmas de Gran Canaria