Uno de los paisajes que evoca el nombre de Canarias es el de playas arenosas, dunas y mucha gente disfrutando de unas vacaciones con buen tiempo. Con esta descripción parece paradójico presentar el sur de Gran Canaria, principal centro turístico de la isla y su motor económico, dentro de un módulo definido como “paisajes problema”. Sin embargo, en los últimos años determinadas situaciones meteorológicas adversas han dejado entrever las consecuencias de la deficiente planificación territorial de estos espacios.

El ejemplo seleccionado se localiza en el sur de Gran Canaria, hacia la desembocadura de dos barrancos: Las Burras y El Veril. Las precipitaciones de este sector de la isla son escasas, pues sólo llueve un promedio de 76,5 mm de lluvia anual, repartidos en 14 días, también de media, lo que significa que solo llueve un 4% de los días del año. Ello, unido a otra variable como es la alta insolación, confiere a este sector rasgos prácticamente desérticos. Diciembre es el mes más lluvioso del año (17,5 mm de media) y, al tiempo, donde suele producirse el día más lluvioso del año. El rasgo más característico de la lluvia es su torrencialidad pues, aunque ninguna de las doce medias mensuales supera los 18,0 mm, hay meses en los que se ha llegado a multiplicar por 11 esa cantidad, como es el caso de noviembre de 1954 (203,9 mm), o por 6 como en diciembre de 1991 (111,3 mm). Entre 1950 y 2003 sólo en una ocasión se han superado los 100,0 mm en 24 horas, concretamente el 10 de noviembre de 1950 en que se recogieron 164,2 mm. Cantidades superiores a 50,0 mm en un día sólo se han registrado en 8 ocasiones.

Por lo que respecta a las urbanizaciones turísticas de la zona, éstas se localizan entre el litoral y la autopista que conecta el sur de Gran Canaria con las demás poblaciones de la isla. Son el resultado de un conjunto de planes parciales que se fueron aprobando entre 1962 y 2000 en el municipio de San Bartolomé de Tirajana. El ejemplo escogido, corresponde a las primeras que se ejecutaron entre 1962 y 1969. Tal y como se señala en la memoria del plan general de ordenación aprobado en 1996, la historia del proceso de construcción de numerosas urbanizaciones turísticas de San Bartolomé de Tirajana se ha caracterizado, entre otras cuestiones, por la permisividad municipal en el control de las licencias y de los procesos de edificación clandestinos, el incremento generalizado de las densidades edificatorias,  y el incumplimiento frecuente de obligaciones urbanísticas por parte de los promotores. Además se constata la apropiación de espacio público por parte de los constructores en zonas próximas a los cauces de los barrancos, o en áreas cercanas al litoral con servidumbre de tránsito.

Todas estas cuestiones han tenido su reflejo durante los temporales de lluvia que, de tanto en tanto, azotan este espacio turístico. En los últimos años, especialmente en 2000, 2001 y 2002, en el sur de Gran Canaria se han generado situaciones meteorológicas adversas que han dado lugar a inundaciones y, como consecuencia de ellas, se han producido importantes pérdidas materiales.

En el caso del barranco de Las Burras, su extensa llanura de inundación se ha ido ocupando con diversas infraestructuras: un campo de fútbol, una desaladora, una depuradora de aguas residuales y la vía que conecta estas instalaciones con la carretera comarcal C-500. Al tiempo, el cauce fue desviado hacia ambas márgenes, salvando esta última vía con diversos pontones. Las aguas de avenida producidas por las fuertes lluvias arrancaron parte de los árboles y zonas ajardinadas que bordean los canales, obstruyendo los pontones y desviándose hacia varios apartamentos cercanos (figura 1 y figura 2). Asimismo la desaladora quedó totalmente anegada, y diversos elementos de conducción de aguas destruidos.

Por lo que respecta al barranco de El Veril, las inundaciones de los establecimientos turísticos se deben al desbordamiento de las aguas de avenida que, a su vez, recoge las escorrentías de otros tres cauces (figura  3). En este caso, el pontón situado bajo la carretera comarcal es incapaz de evacuar las aguas y los materiales arrastrados, por lo que se desborda e inunda viales e instalaciones (figura  4). Las edificaciones situadas bajo rasante se convierten en verdaderos depósitos de barro y fango (figura  5), quedando completamente anegados. A todo ello se suma la imposibilidad de evacuar las aguas directamente al mar, dada la existencia de un paseo marítimo transversal, cuyo muro de aproximadamente 80 cm represa las aguas, produciendo inundaciones aún mayores en los distintos apartamentos más próximos al litoral (figura  6). Además, la rotura de la canalización del barranco en su desembocadura produce la destrucción de la red de aguas residuales y su vertido directo al litoral (figura  7), lo cual ocasionó el cierre para el baño de las playas cercanas.

Tras las lluvias del 7 enero de 2000 resultaron afectados 120 apartamentos (250 camas), 1.200 m2 de sótanos, 750 m2 de locales comerciales y, aproximadamente, 40 vehículos que en el momento de la avenida se encontraban estacionados en las vías afectadas. La valoración realizada por el Ayuntamiento de San Bartolomé de Tirajana alcanzó los 276.130.000 pts. (1.659.574,7 €).

Los temporales de enero de 2000 y noviembre de 2001 han hecho tomar conciencia a las administraciones públicas de la necesidad de tomar medidas que eviten, en la medida de lo posible, situaciones como las descritas. Pero, como siempre sucede, aquéllas se toman una vez que los problemas ocurren, y no como un proceso razonado propio de la acción planificadora. El ejemplo analizado es una buena muestra del alto coste que supone realizar intervenciones inadecuadas en el medio, sin tener en cuenta estudios previos que contemplen los diferentes riesgos que pueden afectar a la población y sus recursos. La intensidad de la lluvia, en este caso, sólo es el detonante del problema, pero no su única causa.

 

Autores: Pablo Máyer Suárez y Emma Pérez-Chacón Espino.

Universidad de Las Palmas de Gran Canaria