La comarca de Matarraña, a la que pertenece el municipio de Calaceite, presenta un paisaje típicamente mediterráneo, cuyos rasgos más llamativos son consecuencia directa de unas prácticas agrarias que han variado muy poco a lo largo de varios milenios.

El ejemplo que se presenta corresponde al valle del Algás, en el límite entre las provincias de Teruel y de Tarragona. Muestra un relieve suave constituido por una sucesión de pequeñas colinas redondeadas, carente de grandes desniveles, aunque con pendientes que localmente pueden ser importantes. Es propio de una cuenca sedimentaria postectónica con predominio de rocas deleznables, y modelada por procesos de tipo semiárido (figura 1).

El clima de la comarca es mediterráneo continentalizado. La precipitación media anual está próxima a los 350 mm,  mientras que los inviernos son relativamente suaves, aunque prolongados, y los veranos son calurosos y muy secos. Los rasgos descritos definen un entorno relativamente estresante para la vegetación que, allí donde se ha conservado, consiste en una garriga de coscoja y lentisco o, en las situaciones más secas, en formaciones abiertas con aliagas, tomillos, espartos u otras especies que evocan los medios esteparios.

Pese a los condicionantes descritos, la comarca ha sido habitada desde la prehistoria y ha soportado una intensa explotación agraria que, a lo largo del tiempo, ha terminado por ocupar la práctica totalidad del espacio disponible, imprimiendo un inconfundible carácter al paisaje.

Los cultivos son característicos de la agricultura tradicional de secano del entorno mediterráneo, dominando la vid, el olivo y el almendro. Se realizan sobre bancales que favorecen la infiltración del agua y, por tanto, su aprovechamiento por las plantas; al tiempo que reducen la erosión por arroyada que, de otro modo, acabaría rápidamente con el suelo (figura 2). La perfecta adaptación al medio de las prácticas y de las variedades cultivadas permite obtener productos de alta calidad que, en algunos casos, están avalados con sus correspondientes denominaciones de origen (destacando, en particular, el aceite).

Sin embargo, los rendimientos económicos de la agricultura de secano son limitados, y la comarca ha sufrido una sangría demográfica a lo largo de los dos últimos tercios del siglo XX que, a medio plazo, podría acarrear cambios en los usos y en el paisaje rural actual, ya que el mantenimiento de los bancales es muy costoso y podría dejar de resultar interesante.

Las posibilidades de modernización (o de extensión de cultivos más rentables, como el del melocotonero) pasan por la extensión del regadío y, por tanto, dependen del suministro de agua. Sin embargo, los recursos hídricos son muy limitados, y no permiten satisfacer el incremento de las diferentes demandas generando un largo conflicto de raíz económica, aunque también social, política y territorial, entre los defensores de intereses y puntos de vista antagónicos. No obstante, la progresiva sustitución del tradicional riego “a manta” por los sistemas de goteo, mucho más ahorradores, y la regulación e interconexión de las cuencas hidrográficas, podrían permitir una mejora de los rendimientos sin alterar excesivamente el paisaje actual.

 

Autor: Juan Carlos García Codrón. Universidad de Cantabria