El paisaje rural-agrario era el dominante en el espacio comprendido entre Lugones y Posada de Llanera a mediados del siglo pasado, aunque ya en el último cuarto del siglo XIX la zona había experimentado un llamativo cambio con la instalación de las primeras industrias. Esta industrialización decimonónica tuvo unas repercusiones paisajísticas limitadas (a excepción de la industria siderúrgica), debido a la particular morfología que tuvieron los primeros recintos fabriles. Sin embar­go, las transformaciones que introdujo la actividad industrial en el paisaje rural preexistente fueron más allá de lo visual, dando lugar a nuevas pautas de comportamiento que, con el pasar de los años, tendrían un importante reflejo espacial: el aumento de la población, su polarización en las proximidades de los centros fabriles, la aparición del obrero mixto y la especialización agraria generada por la demanda urbana, que darían lugar a un predominio de la ganadería sobre la agricultura, y, paralelamente, a un predominio de los prados sobre las tierras de labor.

Dadas las escasas transformaciones espaciales que se produjeron en el espacio comprendido entre Lugones y Posada de Llanera durante la primera mitad del pasado siglo, se puede decir que el paisaje existente en la década de los cincuenta (figura 1 y figura 2) era resultado de los cambios experimentados a finales del siglo XIX, cuando simultá­neamente a la aparición de los primeros enclaves industriales se llevó a cabo la especialización lechera, lo que conllevó la reducción progresiva de las tierras de labor, que cedieron parte de sus superficies a la pradera.

Estas transformaciones del espacio agrario, que en buena medida venían determinadas por el proceso industrializador y por la concentración de población que éste traía consigo, no se llevaron a cabo al mismo tiempo en todo el territorio regional, sino que afectaron primero al área central, mientras que el resto experimentaba un mayor retraso. Esto fue así porque la industrialización en Asturias se circunscribió al centro de la región, y fue también en el centro donde surgieron los principales núcleos urbanos. Por tanto, los cambios económicos que se produjeron tuvieron especial repercusión en el paisaje agrario de la zona central, que experimentó un proceso de especialización para abastecer los mercados urbanos. Se asiste entonces a una disminución de la producción de cereales y aumenta la de hortalizas y legumbres, al tiempo que se produce un aumento de la ganadería orientada a la producción de carne y, sobre todo, de leche. Probablemente el espacio Lugones-Posada de Llanera fue uno de los primeros en experimentar este cambio en el paisaje agrario, debido a la gran demanda de productos procedente de la ciudad de Oviedo (a finales del siglo XIX el consumo mensual de leche por parte de los ovetenses sobrepasaba los 160.000 litros, y pocos años después esta cifra se consideraba escasa). Esta gran demanda repercutía especialmente sobre los espacios rurales más próximos, debido a que la leche es un producto perecedero, por lo que la cercanía a los centros de consumo era fundamental en una época en la que los medios de transporte, y los sistemas de conservación, eran muy escasos. Esta situación revela la prontitud con la que se debió formar el paisaje agrario actual, dominado por los prados.

Además del proceso industrializador y del consiguiente crecimiento de las ciudades, otro factor fundamental para que se produjesen las transformaciones rurales iniciadas a finales del XIX fue el desarrollo de los transportes. El transporte iba a facilitar el comercio de granos, lo que permitió restringir la superficie dedicada a los cereales panificables en favor de las praderas y de los cultivos forrajeros, exigidos por la especialización ganadera. Por tanto, sólo cuando se estableció la línea ferroviaria con la meseta, que permitía el suministro regular de granos, pudo llevarse a cabo una especialización ganadera. Así, además de la proximidad a los centros urbanos, otro factor decisivo para la transformación del espacio agrario fue la accesibilidad. El hecho de que la línea de ferrocarril entre Pola de Lena y Gijón atravesara las parroquias de Lugones y de Lugo de Llanera desde 1874, hizo que fuese más fácil el suministro de granos, facilitando así la temprana especialización ganadera.

Por su parte, ya en la década de los cincuenta del pasado siglo, se produjo la consolidación del espacio industrial decimonónico anteriormente descrito, con la ubicación en Lugones de tres nuevas empresas continuadoras de algún modo de los sectores tradicionales asentados en la zona: la fabricación de refractarios, la siderometalurgia y la industria química.

El surgimiento y desarrollo histórico de este conjunto, como en el resto de enclaves industriales, estuvo fuertemente determinado por los vaivenes que sufrió la política industrial durante el franquismo en esta región. En el período que transcurre desde el año 1939 a 1941 se configuró la política económica que mantuvo el país hasta la década de los sesenta, y que se caracterizó por un lado por el apoyo a ultranza a los sectores básicos del país, y por otro por la autarquía.

A finales de la década de los cincuenta se aceleró el crecimiento económico, y la política seguida hasta ese momento se manifestó como la principal traba para el desarrollo. Ante esta situación, en 1959 se introdujeron cambios radicales en la política económica del país para adaptarse a la nueva situación, que se plasmaron en el Plan de Nueva Ordenación Económica (más conocido como Plan de Estabilización); a través de este instrumento se avanzaba hacia la liberalización económica, y la intervención directa del Estado era sustituida por mecanismos más sutiles de regulación de carácter sectorial. A partir de esta fecha, los cambios dentro de la política económica dieron lugar a un período de crecimiento sin precedentes en la economía a española, que se prolongaría hasta la crisis internacional de 1973.

Durante este período «desarrollista» Asturias desempeñó un papel preponderante, al convertirse en el principal productor de bienes básicos y ser el pilar fundamental de la industrialización española. El resultado fue una industria muy especializada, dependiente de los intereses públicos y causante de importantes desequilibrios territoriales al concentrarse en la zona central; realidad ésta ya vislumbrada por distintos organismos regionales de la época, que abogaron por una diversificación de la estructura productiva y por el apoyo a la industria transformadora que debía localizarse en el centro de la región, debido a la existencia de materias primas, de una red de transporte adecuada y de mano de obra cualificada. La diversificación industrial reclamada desde ámbitos regionales sería finalmente respondida por el gobierno en 1969 a través de la figura del Polo de Desarrollo de Oviedo, cuyos efectos propiciaron la aparición de uno de los elementos más significativos del paisaje de la zona: el polígono industrial de Silvota, en Llanera (figura 3).

Los nuevos espacios industriales de la zona de Llanera se generaron a raíz de la construcción del Polígono Industrial de Silvota, de promoción pública, del de ASIPO, en los terrenos que anteriormente ocupaba la Fábrica de Explosivos, de promoción privada y de un Parque Tecnológico. A estos usos habría que añadir la conversión en época reciente de los terrenos del aeródromo en un área recreativa (La Morgal), así como la implantación en el concejo de Siero de nuevas actividades, relacionadas también con la accesibilidad que propicia la conexión directa con la autopista por medio del nudo de Lugones, destacando los residenciales, cuyo máximo exponente es la urbanización de La Fresneda (figura 4), y los de distribución, representados por la gran superficie comercial de PRYCA (figura 5). En definitiva, tal como puede observarse en la figura 6, en las últimas décadas se ha producido en la zona una gran proliferación de usos no agrarios.

 

Autores: Marta Herran Alonso, Felipe Fernández García. Universidad de Oviedo