Ubicado en el sector nororiental de la Comunidad Aragonesa, y en el Alto Valle del Ésera, afluente pirenaico del Ebro, el Valle de Benasque (mapa, figura 1) constituye uno de los mejores ejemplos de turismo de montaña y de las transformaciones espaciales, sociales y económicas que éste conlleva.

Se trata de un paisaje de enormes atractivos para el turismo, pues a sus incuestionables valores naturales (figura 2) se une una oferta muy diversificada de actividades deportivas al aire libre. Entre los primeros debemos señalar la existencia del Parque Posets-Maladeta, donde se concentran las mayores altitudes de la cadena pirenaica (Aneto, 3404 m; Maladeta, 3308,  Posets, 3375 m) y algunos de los escasos glaciares activos que todavía conserva esta cordillera (Maladeta, Aneto, Barrancs, Coronas, Posets, Llardana...), sin olvidar morfologías glaciares, periglaciares y kársticas (figura 3) de gran interés, y endemismos animales y vegetales de alto valor científico y didáctico.

Entre las actividades que es posible practicar destacan la escalada, el alpinismo y el senderismo durante el verano, y la práctica del esquí durante el invierno. Hoy el valle dispone de pistas de esquí alpino en Cerler, que ostenta el título de localidad más alta del Pirineo, así como de esquí de fondo y de travesía.

Es precisamente la construcción, a principios de los años 1970, de las pistas de esquí de Cerler la que provoca el despegue turístico de esta zona, limitado hasta ese momento al verano y, más concretamente, a excursionistas que buscaban el ascenso a las cumbres pirenaicas y a visitantes que requerían las propiedades curativas y terapéuticas de las aguas de los Baños de Benasque. A partir de esos momentos se incrementa la demanda turística y, por ende, la oferta, produciéndose profundos cambios a distintos niveles en las últimas tres décadas.

Estos cambios se manifiestan más claramente en algunos municipios del valle, tal como ocurre en la Villa de Benasque. Ubicada a 148 km de Huesca y a 1138 m de altitud, Benasque es el núcleo principal de una sociedad de montaña tradicionalmente agrícola y ganadera, cuyos censos demográficos descendían hasta los años 50-60 del pasado siglo. En los últimos 30 años, por el contrario, ha duplicado sus efectivos demográficos (1489 habitantes en el año 2000) y ha visto terciarizarse su economía: el 73% de la población activa trabaja en el sector servicios, frente a un 5% que lo hace en el sector primario. La oferta alojativa se ha incrementado de forma notable, especialmente en forma de residencias secundarias que, contiguas al núcleo tradicional y ocupando campos de cultivo, contrastan claramente con aquel (figura 4).

Sin embargo, el incremento de la superficie edificada no es sino la parte más perceptible de cambios más profundos que, auspiciados por el desarrollo turístico, se están produciendo: contracción del espacio agrícola, reducción de la cabaña ganadera, sustitución de usos agrarios por usos urbanos, entre otros. El tiempo esclarecerá si estos cambios son positivos o si, por el contrario, se trata de un espejismo que ha hecho de la montaña un espacio más vulnerable social y económicamente.

 

Autora: Purificación Ruiz Flaño. Universidad de Valladolid