El intenso crecimiento urbano que experimentó España en la segunda mitad del siglo XX supuso una rápida expansión de la “mancha” urbana, mediante la construcción de toda una serie de barrios periféricos que, en la mayoría de las ocasiones, han superando en superficie ocupada a la ciudad preexistente. Uno de los rasgos más significativos de este proceso es que los crecimientos ya no se producen por contigüidad, como en la ciudad del siglo XIX, sino que lo hacen de forma fragmentada, quedando en muchos casos los diferentes sectores sin conexión entre sí. 

Más allá de la desigual calidad urbanística y de los inmuebles, en función de los grupos sociales a que se destinaban, en el transcurso del tiempo se modificó la fisonomía característica de esas periferias, atendiendo a los cambios experimentados en los planteamientos urbanísticos, las estrategias de los promotores inmobiliarios y los gustos de los usuarios, todo ello reflejado en las normas del planeamiento. La evolución desde los barrios de alta densidad, constituidos por viviendas en altura o bloques, hacia las áreas residenciales de baja densidad y gran extensión superficial resume, en lo esencial, tales transformaciones.

Se define como bloque un edificio aislado de varios pisos. Es el prototipo de edificación que no forma manzanas cerradas,  sino que constituye una forma abierta en la que el espacio libre no edificado se sitúa entre los bloques en lugar de en su interior, como ocurre en las manzanas,  y está en contacto directo con el espacio viario. Este espacio libre de edificación es, en general, un espacio público de acceso libre para todos los habitantes de la ciudad.

La concentración de bloques destinados a vivienda forma los polígonos residenciales, que se caracterizan por ser espacios homogéneos desde el punto de vista de  los edificios que lo constituyen y por la alta densidad de población. Se localizan básicamente en las periferias de las  ciudades. Los bloques y los polígonos residenciales han sido las formas de crecimiento de las ciudades más utilizadas para resolver las necesidades de vivienda económica.  En las ciudades españolas en las que se dio un mayor crecimiento de la población en la década de los años sesenta y setenta del pasado siglo, debido básicamente a la recepción de flujos migratorios, se construyeron muchos polígonos residenciales en sus periferias urbanas. Estos polígonos, formados por bloques aislados de varios pisos, carecían a menudo de servicios y equipamientos básicos, los espacios abiertos entre bloques no se habían apenas urbanizado, y tenían un sistema de transporte inadecuado e insuficiente. Por ello, muchos de estos barrios constituían verdaderos enclaves de “barraquismo” vertical y  estaban  segregados de la ciudad,  tanto social como territorialmente. En el área metropolitana de Barcelona, uno de los ejemplos más claros de este “barraquismo” vertical lo constituyó el barrio de Ciudad Badía (figura 1), edificado entre los municipios de Cerdanyola del Vallès, Barberà del Vallès y Sabadell. En la década de los años noventa del pasado siglo este barrio pasó a constituir el municipio de Badía del Vallès.

Desde los años ochenta, una parte importante de la política urbanística de los ayuntamientos se ha dirigido a corregir el déficit acumulado en estos barrios periféricos. Se han mejorado las infraestructuras de servicios, se han construido equipamientos públicos y, mediante la extensión de las redes de  transporte público  y una especial atención a la urbanización de los espacios abiertos, estos barrios se  han integrado en la ciudad de forma más armónica.

En los últimos veinte años las periferias urbanas  han experimentado un crecimiento  espectacular, con formas de urbanización difusa de baja densidad. Las áreas residenciales de estas periferias  están formadas principalmente por  viviendas unifamiliares aisladas o adosadas, que representan una alternativa a los bloques.

Estas nuevas áreas urbanizadas mediante viviendas unifamiliares configuran, a menudo, grandes barrios segregados con uso exclusivamente residencial. En ellos se impone el uso del automóvil para todos los desplazamientos de sus habitantes, ya que en general  no disponen de equipamientos de servicios ni de locales comerciales, y los lugares de trabajo, sean polígonos industriales o centros de oficinas de actividades terciarias,  no están localizados cerca. Algunos de estos nuevos espacios residenciales tienen su origen en las segundas residencias de los habitantes de las ciudades, que poco a poco han ido convirtiéndolas en su domicilio principal a medida que las infraestructuras de comunicación han ido mejorando.

Los adosados, es decir, las viviendas unifamiliares que tienen paredes contiguas,  se suelen destinar a unidades familiares con una capacidad adquisitiva menor. Comparten con las viviendas aisladas la existencia de un espacio verde particular, sin embargo en el caso de los adosados éste se reduce a un pequeño jardín frontal, que se completa con otro en la parte trasera de la vivienda. La población que reside en estos barrios suele corresponder a familias nucleares formadas por parejas jóvenes de una cierta capacidad adquisitiva, con hijos en edad escolar.  Esto provoca una demanda de servicios, fundamentalmente escolares, pero también de otros tipos, que los ayuntamientos tiene dificultades para proveer ante la dispersión espacial de estos nuevos barrios.

A menudo el adosado representa para las familias residentes el paso de una vivienda de alquiler, normalmente un piso en  un barrio periférico de una ciudad,  a una vivienda en propiedad,  pues apenas existe el régimen de alquiler en estas áreas. Las urbanizaciones de adosados presentan a menudo una imagen de monotonía muy  impersonal,  ya que el mismo modelo de casa se repite en casi toda la urbanización y, en algunos casos, incluso un mismo modelo se puede encontrar en más de una urbanización.  En los últimos años, al igual que ha sucedido en muchas provincias españolas, esta tipología se ha dado con gran profusión en los municipios periféricos del área metropolitana de Barcelona. El ejemplo de Cerdanyola del Vallès (figura 2 y figura 3) no es sino uno más de los múltiples que caracterizan estas periferias recientes.

Las imágenes que se adjuntan, todas ellas correspondientes a la periferia urbana de Barcelona, muestran ejemplos de estos tipos de urbanización, fácilmente sustituibles en el aula por otros similares de nuestra propia ciudad, o de otras próximas y mejor conocidas por nuestros alumnos, poniendo así de manifiesto el alto grado de estandarización de unos productos inmobiliarios destinados al consumo de masas.

 

Autora: Pilar Riera Figueras. Universidad Autónoma de Barcelona