Las actividades terciarias esencialmente urbanas como las relacionadas con el comercio, las finanzas, el transporte o la administración tienen un protagonismo central en la vida económica, social y de representación de cada ciudad. Y esto que ha sido así desde los primeros tiempos de su existencia lo es ahora más, una vez que las sociedades y las ciudades están hoy intensamente terciarizadas. Estas actividades se hacen visibles y se reconocen en el conjunto de la ciudad a través de las formas bien diferenciadas que tienen los contenedores que las sustentan como son los mercados, edificios comerciales y de oficinas, estaciones, bancos y locales diversos de actividad económica. También, desde los orígenes de la ciudad, estas actividades, sobre todo las comerciales, tienden a concentrarse en el centro urbano o cerca de él, coincidiendo con espacios abiertos amplios como plazas o anchas calles, que permiten mostrar los productos y facilitar los contactos personales con la celebración de ferias y mercados al aire libre, muchos de ellos plenamente vigentes y vitales hasta hoy. Son los paisajes abigarrados y coloristas, a veces monumentales, de la ciudad comercial histórica, bien representados en los ejemplos de la plaza del Mercado en Bruselas, la plaza del Mercado Chico en Ávila, en el Rastro de Madrid o en las Ramblas de Barcelona. 

A medida que crece la ciudad y se multiplican y diversifican sus actividades, surgen nuevos espacios para el nuevo terciario financiero y de negocios, núcleo central de la economía en el siglo XX. Por ello se las define como “actividades centrales” y los espacios urbanos que las acogen son los “lugares centrales” o los “centros de negocios”. Sus paisajes se vinculan con la concentración de edificios singulares, de arquitectura vanguardista y con alta calidad ambiental. Manhatan o el Paseo de la Castellana en Madrid, son paisajes significativos de la ciudad financiera. En los últimos decenios del siglo pasado, la ciudad global requiere nuevos y más amplios espacios para las nuevas actividades que la globalización demanda. El centro tradicional de la ciudad, ya colmatado, no puede acogerlos y comienzan a producirse estrategias de “descentralización terciaria” o la creación de “centralidades periféricas”, casi siempre resultado de proyectos unitarios promovidos desde la administración con el apoyo del capital privado. El ejemplo que presentamos, el Campo de la Naciones y el Parque Juan Carlos I, responde a esta intención.

El Campo de las Naciones y el Parque Juan Carlos I fueron concebidos y promovidos por el Ayuntamiento de Madrid a mediados de los años ochenta del pasado siglo, con el fin de crear un espacio de nueva centralidad en la periferia madrileña. Se escogió un ámbito bien comunicado con el centro tradicional de negocios y con el aeropuerto internacional de Barajas a través de la M-40, y la N-II. El nuevo espacio acoge un complejo terciario-ferial (figura 1, figura 2 y figura 3) y un extenso parque (figura 4). El primero se diseña con dos zonas bien diferenciadas. En la meridional se construyen 8 modernos edificios de oficinas, el nuevo Palacio Municipal de Congresos, diseñado por Ricardo Bofill, y dos hoteles de cadenas internacionales. El sector septentrional acoge los ocho pabellones del complejo ferial, las playas de aparcamiento y el edificio de servicios generales, diseñado por Saenz de Oiza. El parque público Juan Carlos I (figura 5), mayor que el parque del Retiro, más el campo de golf privado del Olivar de la Hinojosa (figura 6) otorgan al nuevo espacio terciario la calidad ambiental y la complementariedad de actividades deportivas y de ocio que caracterizan a los espacios más representativos del nuevo terciario.

 

Autora: Isabel del Río Lafuente. Universidad Complutense de Madrid